
La justicia de los Estados Unidos declara a Polanski culpable del abuso sexual de una menor y en 1978 cuando el director se encontraba en libertad bajo fianza decide huir de Estados Unidos (como es lógico, nunca ha regresado tras ese suceso) y se convierte en prófugo de la justicia americana. Desde ese momento sobre Polanski pesa una orden de extradición que le permitía ser detenido por policía suiza. Hasta ahí todo es más o menos comprensible, si no fuese porque el director pasa grandes temporadas en Suiza donde tiene una residencia.
Polanski siempre se ha defendido diciendo que el juicio se vio alterado por la presión mediática a la que fue sometido. Y que ello fue lo que de condujo a huir.
En 2003 en una entrevista concedida a la CNN Geimer se reafirma de nuevo en que fue forzada por el director franco-polaco pero también admite que dicho acontecimiento no la marcó y que ha pasado demasiado tiempo. Cuando El Pianista fue nominada a los Oscar Geimer escribió una carta a un periódico de Los Ángeles bajo el título “Juzga a la película y no al hombre” donde pedía que a Polanski se le juzgase por su obra y no por sus actos.

Pero ¿Qué sucedería si Polanski en vez de ser el director de La Semilla del Diablo fuese un simple funcionario? ¿o un profesor de escuela? Pues está claro que no tendría el apoyo unánime del mundo del cine y la cultura internacional. Polanski, en ese hipotético mundo, sería tratado como un perro y sobre él caería todo el peso de la justicia (manida frase esta última)…
Nos encontramos por lo tanto en una encrucijada: ¿atacar a un artista de tan descomunal obra? ¿dejar libre a un prófugo?
Está claro que el tamén é un can, pero de distinta raza.
ResponderEliminarUn perro genial con muchas sombras.
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