Pasa el tiempo

Una de las cosas que más me llaman la atención de la vida es la casualidad, los seres humanos (quizás algún animal también) tiene la posibil...

Una de las cosas que más me llaman la atención de la vida es la casualidad, los seres humanos (quizás algún animal también) tiene la posibilidad de elegir, pero en ocasiones hay acontecimientos imprevisibles que se escapan de nuestras manos.


En febrero una buena amiga estaba pasando por un momento de esos en los que no tienes claro hacer, pero en las que sabes perfectamente que las cosas que están sucediendo no son como tú quieres o como estaban descritas en tus meticulosos planes de futuro. Sabes que lo que hay no te completa, que falta algo y eso, en el fondo, los que hayáis vivido esta situación sabéis que duele.

Duele cada mañana cuando abre los ojos para ir a ese trabajo que no te llena, que no te hace sentir útil, ese trabajo que no sientes como propio que te lleva a quemar días esperando a encontrar ese puntito que nos haga felices y nos cambie la vida.

Casualmente a mi amiga le recriminan escoger ciertas oportunidades, que como bien ha hecho, no ha dejado escapar en forma de viajes en el extranjero para completar su formación académica, le dicen que se deje de pasear y que trabaje más, así saldrá de ese trabajo donde la explotan, que no le hace feliz, pero que le da de comer todos los días. De nuevo, casualmente, su último viaje ha sido a Roma y el último día de febrero hablábamos de ello: de lo que había perdido al irse a Roma (una mejora en su puesto laboral), de lo que allí había aprendido, de las vivencias que Roma le había aportado, todo ello plasmado en el ángel Gabriel que corona el Castillo de Sant’Angelo. Como os digo era el viernes 28 de febrero.

El lunes, de vuelta al trabajo, pase el almanaque que está sobre mi mesa. Un calendario que me han trajeron de Roma (gracias) y que tiene imágenes idílicas de la capital italiana. Marzo apareció y casualmente venía acompañado por la foto del castillo regido por el ángel Gabriel. Hoy ángel y castillo pasean por última vez sobre la mesa de la oficina. Simplemente despedirme de ellos, del castillo, del ángel al que espero conocer algún día en persona y también decirle hasta pronto al invierno.

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