Los pasillos eran míos y sufrían constantemente el azote de mi tacata de carreras, mis juguetes poblaban los rincones más inhóspitos de la casa o mis peluches terminaban en cualquier lugar... Pero todo lo bueno acaba, y tal día como hoy, hace 22 años cuando algunos celebraban el levantamiento contra las tropas francesas en el pueblo de Madrid, en mi casa celebrábamos el nacimiento de un ser… como definirlo… no sé... de mi hermano.

Deje de ser el rey de la casa, ya nunca más volví a ser el fitipaldi de los pasillos (demasiado estrechos para dos andadores infantiles), mis juguetes dejaron de ser míos y pasaron a ser nuestros y mis peluches se llenaron de babas ajenas.

Pero ha merecido la pena. Felicidades Javier.