Fordlandia: una ciudad utópica, una ciudad fantasma (I)

Cuando mencione el nombre de la ciudad por la que hoy pasearemos muchos de vosotros pensareis que os estoy tomando el pelo. Nada más lejos d...

Cuando mencione el nombre de la ciudad por la que hoy pasearemos muchos de vosotros pensareis que os estoy tomando el pelo. Nada más lejos de la realidad, con esta serie de posts intentaremos acercarnos a la utopía industrial de un precursor llamado Henry Ford y sobre todo a su ciudad: Fordlandia.

Fordlandia nació en los años 20 con una idea principal: romper el monopolio europeo del caucho. En medio de la selva amazónica y comenzando desde cero Henry Ford trató de crear una nueva sociedad ideal (por lo menos desde su punto de vista), siendo su punto de partida principal a plantación de árboles de caucho, lo cuales más adelante se transformarían en diversas fábricas y así Ford conseguiría el suministro de caucho necesario para su cadena de montaje de automóviles. Ford intentaba instaurar un “perfecto suburbio americano” en medio de la selva.

Las 20000 hectáreas propiedad de Ford se convertían así en una enorme plantación de caucho. Ford se estableció al lado del Amazonas, desde el mismo río entraron los remolques y los tractores que se encargaron de urbanizar la selva. Tras ello se levantó la fábrica para tratar el caucho. Más tarde se colocaron viviendas prefabricadas que meses más tarde estarían pobladas por trabajadores que trabajarían bajo el sol tropical de 9 a 17.

Fordlandia contaba con todas los lujos de la época: una biblioteca, un moderno hospital, un hotel, incluso un campo de golf… hileras de casas blancas convertían la selva en ciudad. Poco a poco llegaron los sastres, las panaderías, los restaurantes… Incluso, el mayor diseño de Ford llegaba a sus calles (cuidadosamente pavimentadas): el Ford T. Sin duda llamados por los sustanciosos salarios de Fordlandia: 37 centavos la hora de trabajo en el campo, más del doble del salario que conseguía en USA.

Ahora viene uno de los temas más escabrosos de Ford y su utópica ciudad. Ford trato de instaurar “la forma de vida sana”, donde además del espíritu americano de sus calles, sus coches o sus edificios se trataron de implantar valores “americanos” de manera obligatoria: las cafeterías serían de autoservicio y en ellas se servirían hamburguesas “estilo americano”. Lo que nunca estuvo permitido en Fordlandia fue el alcohol, radicalmente prohibido por su fundador. Llegando incluso a estar prohibido dentro de los propios hogares de los trabajadores.

El tema del alcohol originó una serie de ciudades-satélites cercanas a la ciudad donde el alcohol sí estaba permitido. Dichas ciudades se convirtieron en barrios donde los trabajadores se desplazan a disfrutar de las prohibiciones de Ford: alcohol, mujeres (prostitutas, vamos), drogas…

Una de las cosas más siniestras que Ford ideó fue la asignación de un número de identificación a sus trabajadores (sí, como los nazis más tarde hicieron con los judíos en los campos de concentración). Además, todos los trabajadores locales, es decir, brasileños, debían seguir las festividades americanas. Y tendrían que tomar cursos de inglés, tanto de lengua como de poesía e incluso baile.

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