Se terminó la primera temporada de Happy Endings con la promesa de mejorar en la segunda entrega de la serie pero siento deciros que esta promesa no ha sido cumplida (sí, así, lo primero y sin anestesia). Happy Endings sigue a la deriva o más bien a tropezones: es indiscutible que esta segunda temporada mejorar, que ciertos gags (comentaré uno hacía el final) son geniales pero en ningún momento logra asentarse y avanza.

En esta segunda entrega Happy Ending sigue girando alrededor de un grupo de seis amigos. En la primera temporada habíamos comentado que la serie se centraba en exceso en Dave y Ale pero que poco a poco se había ido abriendo al resto de personajes, esto queda demostrado en la segunda entrega donde se trata de explotar las peculiaridades y manías de cada uno de ellos; sí, Dave y Ale (sobre todo ella que se ha convertido en la tonta del grupo) pierden peso pero consigue que la serie sea mucho más dinámica y ligera gracias a los gags de Penny y al extremo control de Jane.

¿Cuál es el problema? Ese mismo: cada capítulo es el mismo, con los mismos chiste que el anterior en una situación diferente: Brad es un cobarde subyugado a Jane, Jane una obsesa del control, Max un pasota, Ale tonta... no evoluciona, ver un capítulo o el siguiente aportará lo mismo al espectador, quien pronto se aburrirá de más-de-lo-mismo.


Antes os comenté que quería hablar de cierta genialidad por parte de los guionistas cuando en el capítulo dedicado a San Valentín Brad, fruto de las drogas, se pasa el tramo final de capítulo llamando a sus amigos por los nombres de los personajes de la serie Friends. Ya no solo es inspirarse en ella, si no reírse de uno mismo nombrándola y jugando con la misma: felicidades por el valor.

Y aunque hayan tenido mucho valor, aunque haya habido momentos realmente buenos creo que mi idilio con Happy Endings termina en esta segunda temporada.