Final Four autonómica, toda una experiencia (III)
23:29:00
por Dawidh
Llevo tres días intentando escribir el comienzo de esta última entrega, pero no encuentro las palabras para definir la noche que pasé. Esa noche, como la mayoría de las noches de mis días, tardé en dormir... Me despertaba cada pocos minutos y cuando dormía estoy seguro que soñaba con baloncesto, y de esto hay pruebas ya que mi compañero de habitación tuvo que aguantar mis disertaciones oníricas sobre baloncesto.
A las 8.30, tras escasas 7 horas de sueño, me encontraba acompañando a mi entrenador principal en la barra del comedor; allí, de nuevo, comentábamos los vaivenes del último partido. Ambos sabíamos que perder no era justo, pero nuestra victoria no hubiese sido justa, ninguno merecíamos perder, pero la moneda cayó de su lado.
El partido que disputaríamos en un par de horas sería el más importante de nuestra temporada, o por lo menos el más importante hasta ese momento. Pero este partido no comenzaría en la cancha, ya que el equipo rival había decidido pernoctar esa noche en nuestro hotel, en nuestra casa... y en breves minutos desayunaría en nuestra cocina... El partido había comenzado ya.
Cuando sus primeros integrantes comenzaron a llegar al salón, nosotros, como un equipo almorzábamos alrededor de nuestra mesa... Sin duda, comenzamos ganando. El joven de chándal rojo se sintió sin duda como un ratón rodeado de gatos, sin que nadie de los nuestros dijese una palabra o hiciese un gesto. Sin duda, comenzamos ganando.
La llegada al pabellón fue de nuevo otra pequeña victoria. Cuando ellos tomaban la entrada a los vestuarios, en la pista ya había ruido de balones. Los nuestros que botaban contra el suelo en una callada sesión de tiro.
Poco a poco, las gradas comenzaron a llenarse de espectadores que querían asistir a nuestro último partido. Revisando la grada, las caras de nuestra gente eran muy diferentes a las nuestras: la ilusión las acompañaba, las sonrisas eran tímidas pero a la vez perennes; y yo solo deseaba que su actitud se contagiara a nuestros pupilos.
Al comienzo del partido, mientras los jugadores se dirigían a saludar a la pareja arbitral y se preparaban para comenzar el encuentro, uno de los nuestros, se acercó al banco y me susurro al oído: “hoy es nuestro día”; en ese mismo momento comprendí que nuestra primera victoria se situaba a 40 minutos de ese instante.
De nuevo comenzamos el encuentro perdiendo, cuatro abajo en un minuto. Pero era la primera vez en este torneo que no sufría por estar tras nuestro rival en el marcador, estaba completamente seguro de nuestra victoria. El primer cuarto terminó con una diferencia de 6 puntos a nuestro favor.
El segundo cuarto nos sirvió para dar de nuevo un gran paso hacía esta tan ansiada victoria, los 38 puntos encajados por nuestro conjunto no eran suficientes para hacernos temer nada porque hoy más que nunca nos encontrábamos convencidos de nuestra victoria y por lo tanto de nuestro acceso al intersector de la zona norte.
La segunda parte del encuentro solo sirvió para catapultarnos a la victoria, en todo momento encontrábamos el camino que nos llevaba a su aro, que nos hacía soñar con salir de esta esquina del mundo... Canastas imposibles se combinaban con sistemas creados con tiralíneas sobre una pizarra de baloncesto, acciones de talento ofensivo con fieras defensas, momentos de pasión con otros de razón... Así hasta llegar al final, donde nos distanciábamos de nuestros rivales y conseguíamos la llave que nos abriría la puerta de salida de esta pequeña región. Quizás este último partido no representase la lucha y la emoción de los pasados, pero está claro que sin él no hubiéramos llegado a donde estamos actualmente; y también está claro que para llegar aquí hemos pasado por situaciones difíciles. Dice una de la canciones de un gran grupo que el camino a la cima es costoso, más que la propia cima... Esta no es una cima, pero si un pequeño escalón hacía ella y mucho nos ha costado llegar hasta aquí.
Jamás olvidaré ese día donde aprendimos a ganar; jamás olvidaré el sabor de mi primera victoria en una fase final y jamás olvidaré los pequeños detalles de ese día: la cara de mis padres cuando celebré con ellos la victoria; la sonrisa de Vaquero mezcla de felicidad, nerviosismo y timidez (aunque él jamás lo reconocerá) y el esfuerzo que hizo toda mi gente para poder sentarse en esa grada y lo que me arroparon en los momentos en los cuales las cosas no iban tan bien como en esta victoria. Gracias a todos y nos vemos en León a partir del 2 de Mayo.
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