Final Four autonómica, toda una experiencia (II)
23:25:00
por Dawidh
He dormido bien aunque me he sacudido de la cama antes de que el despertador halla sonado, apoyado en la ventana aun en pijama reflexiono sobre el partido de ayer y llego a la conclusión: terminó.
Me doy una ducha y bajo a desayunar. Todavía quedan 15 minutos para la hora pactada con los chicos para desayunar, les espero tomándome un café en la barra y leyendo la prensa local. Pasan los minutos y los chavales comienzan a llegar a la recepción casi desierta, dos minutos antes de la hora acordada ya estamos todos. El desayuno fue distendido, sonrisas y miradas nos animaban, nos hacían sentir equipo, olvidar, o por lo menos mitigar el día anterior.
Tras el desayuno: video. Las caras ahora son serias, ya no queda lugar para los chistes. Sabemos que lo que estamos viendo en el proyector no es un simple y aburrido partido, no, es el documento de cómo el rival de esta tarde se clasificaba para esta Final, mostraban pocos sistemas (descubrieron demasiado pronto una cámara en la grada) pero eran ellos, con pequeños gestos que los identificaban. El partido comenzaba a las 20.30 pero ya habíamos comenzado a jugarlo en ese mismo momento.
Al terminar el video, decidimos ir a la piscina. Sería una buena manera de relajarnos y hacer más placentero el periodo de recuperación y espera. A la hora de la comida ya todo eran bromas y sonrisas, la comida fue relajada, al igual que la sobremesa. A las 17.30 salimos hacia el pabellón para ver el primer partido. Entrar de nuevo en aquel complejo deportivo fue despertar a los fantasmas del día anterior, de temporadas pasadas, de momentos ya vividos y que pensaba olvidados. Las caras cambiaron, las sonrisas se convirtieron en ceños hieráticos. Creo que nadie de los allí presentes vimos el partido que se estaba disputando si no que pensábamos en lo que estaba por llegar.
El partido comenzó con nuestro rival muy metido en el encuentro, tanto que tres minutos después del comienzo nos encontrábamos 8 puntos abajo y con nuestro casillero aun a 0. Luchar, esa era la única consigna para el partido, remar contra esta corriente tan fuerte que nos arrastraba hacia un final tan precipitado. Al final del primer cuarto las cosas no tenían mejor aspecto 12 puntos nos separaban y el sueño se rompía, todo el esfuerzo de nuevo caía en un pozo sin fondo.
Tras una temporada con nuestros más y nuestros menos, en ese mismo instante de frustración nos unimos como grupo, haciendo piña como un equipo de verdad; como un equipo que sabe sobreponerse y luchar por su objetivo, tanto que al descanso llegamos con el marcador empatado a 37. El descanso solo sirvió para afirmarnos en nuestras propias creencias de victoria ya que habíamos salido airosos de nuestro momento crítico y ahora nos encaminábamos hacia la victoria.
En el tercer cuarto nuestra dinámica no cambió, seguimos bregando hasta la victoria, de tal modo que comenzábamos el último cuarto con dos discretos puntos de ventaja en el marcador. El último periodo del encuentro se convirtió en una lucha sin cuartel, donde ambos equipos nos vaciamos en busca de una victoria que dejaría hundido al rival. Era uno de esos encuentros que se albergan en la memoria de los allí presentes, dos equipos que se negaban a aceptar que uno de ellos iba a perder y ponían todos los medios posibles a su alcance para evitar la tan desconsolada derrota.
Llegamos al último minuto con aquella discreta renta de dos puntos, que ahora, a un minuto del final se antojaban cortos. Y ante nosotros se presentó una de esas escenas donde el trabajo se denota, en un pick & roll nuestro pívot, que estaba cuajando un sensacional partido, olvida cambiar y su homónimo rival nos anotó un contundente triple a tablero… Con uno abajo salimos al ataque como un toro que da sus últimos coletazos mezcla del dolor y de la rabia. Uno de esos momentos en el que el corazón guía más que la cabeza, y tanto más, ya que creíamos en el triple salvador, nos dio igual estar punteados, nuestro corazón pedía lanzar a canasta y nuestro tiro se estrelló contra el aro cayendo el rebote en manos enemigas, automáticamente hicimos falta sobre el jugador con balón, su base, que terminaría el partido con 42 puntos anotados en su casillero y que una vez en la línea de tiros libres anotó el segundo de sus intentos.
17 segundos y 4 puntos abajo, tiempo muerto; nuestras caras expresaban la tensión de la situación; decidimos tirar de tres y de nuevo hacer falta para intentar frenar su ataque y recortar la distancia que nos separa en el marcador. El árbitro nos da el balón, bloqueo directo, ¡mierda, el balón se escapa!, conseguimos controlado tiramos y… al hierro, nuestros brazos se caen y las piernas no responden al balance que el banquillo pide, ya no podemos más y entre miradas al suelo y suspiros vemos como de nuevo su pívot anota un nuevo triple. Ellos saltan y celebran su victoria, nosotros nos miramos sintiendo como nuestras esperanzas se evaporan, sintiendo como nuestro trabajo no es recompensado, sintiendo que nada hasta llegar aquí ha merecido la pena. El 72 – 79 se antoja injusto, pero a la inversa también lo hubiese sido.
Minutos más tarde, desde el banquillo contemplo a mi pívot con su cabeza tapada por una camiseta y sentado en el suelo. Me levanto, cruzo la pista, miro a sus ojos llorosos y le digo “lo has hecho bien, mañana será otro día”. Camino al hotel, las cosas no mejoran, camino con la curia del vestuario solo les repito: “debemos hacer piña y animarnos entre nosotros”; pero una vez en el hotel, mi moral también cae, aquellos fantasmas de los que hablábamos al principio se instalaron en aquel comedor.
La cena se convierte en una triste reunión de amantes del baloncesto. Solo uno de nosotros se ilusiona con el mañana; sin duda es quien tiene razón y mi cabeza se la da, pero mis entrañas se niegan a sonreír… Todo es una mierda, prefiero irme a cama, mañana será otro día.
0 seres inteligentes han dicho y tú, ¿a qué esperas?