Un día cualquiera... (I)
19:49:00
Son las nueve de la noche y por fin llego a casa, el día ha sido un fracaso, trabajo, trabajo y más trabajo… para el final que el proyecto no salga adelante, de verdad, me hunde, esta sensación me hunde, consigue que me levante de la cama sin ganas de hacer nada, con ganas de que simplemente se termine el día y poder volver a ella.
Desde que me he mudado a esta ciudad me siento demasiado solo, ¿será saudade como dicen los portugueses? La única ventaja de esta sucia ciudad industrial es el mar, me relaja. Sí, vayamos a la playa, lo sé, el sol no brilla y esas nubes grises están más próximas a la tormenta que a regalarnos un bello atardecer, pero da igual, yo me voy a la playa.
La playa y su paseo son enormes. Miro como las olas descansan sobre la arena húmeda mientras recorro el paseo ensimismado en mis pensamientos, en mis proyectos, en mi futuro, en mi pasado… ¡Ay, mi espalda! Me giro y lo veo, allí inmóvil, ante mis zapatillas: un balón de baloncesto. Lo miro y lo recojo, acaricio su cuero, siento como el cuero ya agrietado acaricia las yemas de mis dedos… En ese momento, el tacto del balón me transporta a tiempos más felices cuando, recuerdo las pachangas en la cancha donde las horas se escapaban como arena entre nuestros dedos, como Alberto (el chico mayor del barrio) era el amo de la zona o como mi hermano pasó de ser aquel niño pequeño que tiraba desde fuera por miedo a entrar en la zona a ser aquel tío que nos acribillaba desde la línea de 6,25…
1 seres inteligentes han dicho y tú, ¿a qué esperas?