Casablanca

Para los que no lo sepáis en la Vieja Auria hay una Asociación de Amigos de los 60 y 70, organizan todo tipo de cosas, las fiestas con temát...

Para los que no lo sepáis en la Vieja Auria hay una Asociación de Amigos de los 60 y 70, organizan todo tipo de cosas, las fiestas con temática sesentera son sin duda lo más conocido de esta asociación, pero no solo se quedan en eso. La pasada semana desarrollaron un ciclo de cine de los años 60, comenzaron con la proyección de La Colmena, película basada en la novela homónima del gallego Camilo José Cela. El ciclo se desarrolló toda la semana y la película de la que hoy os habló se proyectó concretamente el martes.


Sin duda, si nos mandan que elijamos la mejor película de cine clásico probablemente elegiremos Casablanca, porque aunque no la hayamos visto todos tenemos en nuestro subconsciente grabado el frame donde Bogart mira fijamente a Ingrid Bergman, lo que ocurra después nos da igual porque todos queremos ser Bogart ya no por Bergman si no por esa cara de… de lo que sea, simplemente por esa mirada.

Nos sentamos en aquella sala de conferencias donde alguien nos cuenta una introducción, anécdotas sacaras de la Wikipedia avaladas por la fama de actor del presentador y da comienzo la proyección, con la sala a oscuras y en pantalla grande. Y como ya nos había avisado el presentador, el doblaje que escucharemos fue el último en hacerse (1983, el mismo año en el que yo nacía) mientras que los subtítulos serían los originales, digo esto, porque no hemos escuchado Here's looking at you, kid pero sí hemos podido leerlo.

Es extraño como una cinta de 1942 consigue transmitir tantas sensaciones: por ejemplo, ¿quién no ha pensado que Rick va a obrar como le cuenta al Capitán francés? 66 años después pensamos que Rick es un cabrón, un ególatra, un gilipollas… 66 años después al encenderse las luces te dices “es una peli en blanco y negro, es una peli de amor, el guapo de la peli es feo, no termina como me hubiese gustado…” pero Casablanca te deja ese sabor que solo dejan las cosas especiales, especiales como la vida de Rick y su eterna soledad, como su vitola de perdedor… se encienden las luces y piensas: ha merecido la pena verla y que si hubiera otra oportunidad allí estarías.

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