Pero todo cambia, cuando Trudi, antes que su marido, fallece. En ese momento comienza una nueva cinta, donde Rudi (el marido) conoce una vida oculta y cargada de ilusiones de su mujer. Rudi no encuentra sentido a su vida y su duelo se alarga más y más en el tiempo; decide en ese momento viajar a Japón para ver a su hijo Carl y cumplir así uno de los sueños de su mujer, una persona enamorada de la cultura japonesa.

He aquí uno de los puntos más especiales de la cinta, el cine oriental, ese cine pausado, lento, con imágenes oníricas y el cine occidental, ese que nos cuenta las historias que vemos en la mayoría de nuestras pantallas, intentan darse la mano para narrarnos la historia de dolor (y amor) de Rudi. Y aquí, esa película demasiado lenta que estaba viendo se transforma y se convierte en poesía (sí, se que queda demasiado ñoña esa palabra, pero es que no encuentro ninguna otra con la que definir la “nueva vida” de Rudi en la que Trudi está mucho más presente que cuando estaba a su lado).

Los tres actores que interpretan a los personajes principales, Hannelore Elsner, Aya Irizuki y Elmar Wepper están realmente sensacionales. Sobre todo me gustaría destacar el inmenso trabajo que hace este último en el papel de Rudi, como su personaje avanza de la monotonía a la luz de Japón, sin duda es lo mejor de la cinta con escenas en las que consigue que sonriamos, nos enfademos e incluso en otras que nos llegan tan hondo que queremos nosotros bailar con él.

Cerezos en Flor es una propuesta muy interesante en la que no nos podemos dejar vencer por una primera hora demasiado lenta ya que desde ese momento nuestra espera encontrará su premio.