Mi Padre (Romulus, My Father)

Cuando llevas un tiempo sentado mientras Mi Padre transcurre ante tus ojos te das cuenta que se trata de una cinta complicada donde los sil...

Cuando llevas un tiempo sentado mientras Mi Padre transcurre ante tus ojos te das cuenta que se trata de una cinta complicada donde los silencios duelen y las miradas lastiman, un historia donde pensar en ser feliz es una quimera. Poco a poco notas como la melancolía y el desaliento carga los ojos de Eric Bana pero dos horas después la cinta termina, termina con ella el sufrimiento de un padre y un hijo, termina el metraje y se encienden las luces.

Días después te sientas a escribir una “crítica” para un blog y al informarte un poco más sobre la película te enteras que no es una cinta hecha en Hollywood o en cualquier otro estudio o escenario mágico; descubres que Mi Padre cuenta la infancia de Raimond Gaita, hijo de Romulus Gaita, emigrante yugoslavo que llegaba a Australia en busca de una vida mejor huyendo de la II Guerra Mundial.

Sin duda una infancia triste, a la que nada ayuda la lentitud de la narración o los desolados paisajes por los que transita la historia. Una de esas cintas que habla de sentimientos muy profundos, de lucha, de respeto y de superación; pero también una de esas cintas que no consigo sentir. En todo momento he vivido la historia desde la lejanía, sin importarme demasiado, sin sentir el sufrimiento del padre y tampoco el del hijo. Sí, no dudo que su fotografía sea realmente buena, su montaje excepcional, pero yo en ningún momento la sentí como propia.

Sintiéndolo mucho, y aunque las actuaciones sean más que correctas: no me volvería sentar ante Mi Padre ni un solo segundo más por que para dar lástima, lamentarnos y hundirnos ya tenemos los telediarios.

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