Infinita Ingenuidad

Decía mi abuela que a partir de ciertas horas por la calle no había nada bueno, yo añadiría que ciertos días no ha nada, las calles otrora a...

Decía mi abuela que a partir de ciertas horas por la calle no había nada bueno, yo añadiría que ciertos días no ha nada, las calles otrora abarrotadas de gente que sale a mirar y a ser vista se encuentran ahora vacías. Parece que la vida no existe, los motores de los coches callan aunque sabemos que pocas horas de descanso les quedan, tanto solo algún taxi en busca de fortuna y los cajeros llenos por esta jodida desaceleración que parece no tener fin.

Y la tranquilidad de la noche es la antagonia a la furia de mi cabeza, y es que tienes razón, mucha razón: estamos de vuelta; hemos dejado de creer, hemos dejado de disfrutar, incluso te atreves a decir que hemos dejado de gustar y de querer… no lo sé, te miro y callo, quizás resignado o quizás pensando en cómo silenciar tus labios.

Pero ahora, de vuelta a casa, ya solo, sin prisa, sin una pauta definida a esas horas en las que no hay nada bueno en la calle, con el ruido de la calle al mínimo y el de los cascos al máximo pienso en nuestras palabras no tan lejanas… quizás somos crueles, quizás simplemente seamos escépticos o quizás simplemente es que estamos de vuelta.

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