El Mal Ajeno

Podemos dividir El Mal Ajeno en dos partes: una primera donde asistimos a una lucha entre la ética y la profesionalidad y una segunda de su...

Podemos dividir El Mal Ajeno en dos partes: una primera donde asistimos a una lucha entre la ética y la profesionalidad y una segunda de superpoderes y ciencias paranormales. Una primera interesante y digna de ver y una segunda que lo mejor que puede pasar es que la olvidemos con rapidez, quizás no por su calidad o incluso por la historia que cuenta si no porque se carga una primera parte de moralidad, ética y todo lo contrario. Y es que en cierta manera son dos películas diferentes, es como si estuviésemos haciendo una carretera y en el momento en que se nos terminase el asfalto nos dedicásemos a seguir pavimentando con gominolas…

Y es que como ya os digo la primera parte analiza de manera concienzuda el papel de un médico frente su paciente, una persona, un caso, un número… jugamos con las implicaciones entre ambas fuerzas y lo que mutuamente se aportan y/o quitan; y es que en cierta manera esta primera parte aborda el por qué del estudio de la carrera de medicina ¿para ayudar? ¿para ganar dinero? ¿para hacer un mundo mejor? ¿para llegar a un punto social más reconocible?

Pero en la segunda parte Óskar Santos cambia completamente el discurso y nos presenta una cinta de maldiciones y sucesos paranormales… y te quedas así, pensando ¿qué coño ha pasado aquí? ¿de qué va esto? La segunda parte de mata a la primera, la fagocita y no deja nada de ella, convirtiendo la cinta en eso mismo: un despojo. Es como si fuésemos al restaurante más caro de la ciudad, pidiésemos el mejor solomillo, nos lo presentasen y en el momento de comerlo, de disfrutarlo, de vivirlo pasásemos de golpe a la excreción del mismo.

El Mal Ajeno es una buena cinta hasta que llega el momento Iker Jiménez, incluso si todo la cinta llevase este estilo podría ser interesante pero no, Óskar Santos ha decidido echarle tabasco a un postre dulce.

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