Mongol

Una mañana mi compañero de piso llegó al salón con un papel en la mano, recién levantado y con cara de loco me miró y dijo “tío… acabo de h...


Una mañana mi compañero de piso llegó al salón con un papel en la mano, recién levantado y con cara de loco me miró y dijo “tío… acabo de hacer una lista con las películas que más me han gustado últimamente que quiero veas”, dejó el papel sobre la mesa y se fue de nuevo a dormir. La primera película de esa lista era Mongol y no os voy a engañar, por el estilo de mi compañero pensé que sería una cinta al estilo Ong-Bak pero no, todo lo contrario.

La primera singularidad de Mongol es que se trata de una cinta kazaja en la que se nos narra la vida del Khan Temüjin (quien con el paso de los años se convirtió en Genghis Khan, el Emperador de todos los Hombres) y lo hace de manera épica pero con calma.

Sería injusto decir que Mongol es una mala cinta, sería injusto ya que sus actuaciones son más que correctas, su guión está bien estructurado y su fotografía es maravillosa (todavía recuerdo al pequeño Temüjin corriendo por la helada y nevada estepa) y además sus batallas, que como las meigas haberlas hailas, son coreografías perfectamente orquestadas.

Pero Mongol es igual de correcta que de fría, en ningún momento Temüjin es accesible, siempre hay una extraña barrera que nos aleja del gran conquistador; y claro, pensarás: “es cine oriental… ¿qué esperabas?”, no, el problema no está en lo oriental que sea o deje de ser, es un problema mucho mayor. Temüjin parte de la soledad para lograr sus objetivos y esa soledad y silencio la vemos reflejada en las cuatro quintas partes de la cinta… y es en esa quinta parte cuando Temüjin habla (o le hablan) para darnos cuenta que le da igual, que él está empecinado en su idea y luchará por ella a toda costa.

Al final te pasas más de media cinta contemplando sus paisajes y moviéndote en el sofá buscando la mejor postura a la espera de ese gran momento en el que el gran Khan despierte cuan león y luche por unir a su pueblo… y esperas… y sigues esperando… y esperas un poco más… y se termina la película; has sido testigo de una vida de la leche, una vida de lucha por unas creencias pero una vida de soledad y terquedad.

Para Mongol:


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