Ocho Segundos

La verdad es que para hoy tenía programada otra entrada, pero ayer mientras paseaba por la red de redes antes del entrenamiento visité (si b...

La verdad es que para hoy tenía programada otra entrada, pero ayer mientras paseaba por la red de redes antes del entrenamiento visité (si bien es verdad que hacía tiempo que no pasaba por allí) el maravilloso blog de Daniel Díaz, taxista, poeta, escritor y a tiempo parcial amante.

Allí me topé con una historia que me puso (por su belleza) los pelos de punta; la verdad es que me da bastante igual si es verdad o es fruto de la imaginación del taxista, tan solo sé que es hermosa y que hoy me apetece compartirla con vosotros, espero que os guste tanto como a mí.

Ocho Segundos


Ana es cardióloga y operó del corazón al que, años después, acabó siendo su marido. Durante aquella intervención el corazón de Carlos se paró ocho largos segundos. Ana no olvidará nunca la sensación de aquel corazón inerte entre sus manos. Lo recuerda cada noche, cuando acaricia la cicatriz en el pecho de Carlos.

Se enamoraron después, en el postoperatorio. Carlos había llegado al hospital de urgencias, víctima de un infarto. Pasó directo de la ambulancia al quirófano. Así pues, cuando Ana le abrió en canal, aún no se conocían. Ella no le había visto antes y Carlos estaba inconsciente, sedado.

Tiene que ser raro conocer primero por dentro al que será el hombre de tu vida, manipular sus órganos antes incluso de haber escuchado su voz, de haber intercambiado unas palabras. Que a Carlos se le pare el corazón y Ana le salve y al salvarlo también se salve a sí misma. Que ahora el corazón de Ana se acelere cada vez que recuerda esos ocho segundos. Que Carlos le deba la vida a la mujer de su vida. Que Ana pegue su oreja al pecho de Carlos y escuche el corazón de Carlos y se duerma plácidamente con la cadencia de sus latidos.

Ahora, sentados bien juntos en el asiento trasero de mi taxi, después de contarme su historia, bromean:

- No habría surgido el amor si Ana, en lugar de cardióloga, hubiese sido forense. Al menos yo no me habría enamorado de ella.

- Yo me habría enamorado igual. Siempre pensé que calladito estás más guapo.

- A veces creo que Ana, en aquel quirófano, se quedó con mi corazón. Que me lo cambió por otro de repuesto. Y que lo lleva siempre consigo. ¿Me enseñas el bolso?

- Qué tonto eres.

En esto se besaron. Fue un beso de esos que producen arritmias.

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