Victoria Marso en el Café Quilombo

Con suerte, son las 7 de la mañana cuando suena el despertador: te levantas de la cama, te aseas, desayunas y medio sonámbulo llegas a la of...

Con suerte, son las 7 de la mañana cuando suena el despertador: te levantas de la cama, te aseas, desayunas y medio sonámbulo llegas a la oficina. Trabajas nueve horas aunque sepas que tan sólo te pagarán ocho, pero es que la cosa está muy mala y no es momento de reivindicaciones laborales, de hecho, estás harto de la frasecita esa de “da gracias, por lo menos tienes trabajo”.

Pero hoy es un día especial, es viernes, te libras del cautiverio del despertador dos días. Toca disfrutar, toca pasárselo bien y dejar tanto papel a un lado. Toca Victoria Marso en el Quilombo ¿A qué hora? A las 23.00. Un poco tarde pero te convencen, claudicas…

Cena ligera y coche a La Orotava. Llegas tarde, lo sabes, cinco minutos tarde pero no pasa nada, las puertas del local están cerradas. Y tú allí, solo, en la noche villera te planteas si habrán suspendido (o aplazado, que ahora está muy de moda) el evento. Minutos más tarde te das cuenta que no. No porque alguien te haya dicho que comenzará con retraso, sino porque ahora compartes acera con los mismos músicos que debían estar hace 10 minutos sobre el escenario. Pues empezamos bien…


A las once y cuarto se abren las puertas del local y se produce un momento crítico: ¿entramos o no? (no sería la primera vez que dejo de entrar a un concierto por la tomadura de pelo de los horarios) Me planteo si vale la pena otra cansina espera por un concierto que no sé demasiado bien como sonará… Entras pensando si el concierto comenzará el sábado o aun en viernes, así que respiras profundamente y entras más quemado que la moto de un hippie.

Media hora más tarde, en el vaso sólo quedan tres cubitos de hielo derretidos y las trazas de lo que en su momento fue Frangelico, mientras en tu cabeza comienza a sonar insistentemente aquel “…vamos a la cama…” que cantaba la Familia Telerín, momento en el cual mis pies cobran vida propia pero no para arrasar la pista del Quilombo, sino para dirigirse hacia la puerta. Aun no sé cómo, logro detenerlos y continúo ocupando mi lugar.


Doce de la noche, ya sábado (pues no, parece que el concierto no comienza), ¿me habré equivocado? ¿Habré confundido el lugar del evento con un lugar de reunión de jóvenes de La Orotava y alrededores? Pues no, porque a las doce y diez de la noche ¡oh! ¡Sorpresa! Los chicos de Victoria Marso comienzan a poblar el escenario para dar comienzo al concierto minutos más tarde.

Supongo que el retraso poco o nada tendrá que ver con el grupo pero, ¿es justo que siempre suceda lo mismo? ¿Qué podemos hacer (además de indignarnos y escribir crónicas así)? Tras una hora y cuarto de (injusta) espera es muy complicado que algo te parezca realmente bueno… pero vayamos al concierto propiamente dicho.

Victoria Marso comienza su andadura musical a mediados de 2010, claramente influenciados por grupos como Radiohead o Mars Volta e incluso, me atrevería a añadir, por The Cure. Está claro que Victoria Marso aspira a crear atmosferas sonoras donde el rock y la electrónica coqueteen y esto es más que loable. El problema llega cuando esos nuevos mundos sonoros no terminan de definirse, como sucedió el viernes.

Y es que Victoria Marso compuso un concierto muy frío en el que público y grupo parecían estar distanciados por millones de kilómetros cuando realmente estaban a escasos metros. Quizás el exceso de loops de guitarra (usados como pieza clave de los temas y no como recurso) crean un muro que los distancie del público.


Salvando las distancias, tanto de calidad como de edad y estilo, Victoria Marso me ha recordado a Los Planetas, donde la línea de voz de Jota conforma parte de la melodía musical creando una aditiva mezcla de ruido y armonía. Sin duda, podrán hacer de ello una seña de identidad pero para esto necesitan un par de himnos (como Los Planetas hicieron con “Mi Hermana Pequeña” o el disco “Pop” al completo) que puedan ser cantados o rumiados por sus amigos, fans y familiares.

¿Son entonces Victoria Marso los Radiohead canarios? Evidentemente ahora mismo no, de hecho, me da la sensación que el camino que les queda por recorrer va a ir en otra dirección. Y es que aunque hoy detesten esta comparación, Victoria Marso acarician ciertos aspectos (de pose y forma) de otros V.M. que no son otros que los detestados por el mundo indie-moderno-gafapasta Vetusta Morla. Seamos serios, ¿no os recuerdan las canciones de Victoria Marso al tramo final de “Autocrítica” de los madrileños?


Me gusta ser positivo y aunque he encontrado bastantes “peros” en el concierto de Victoria Marso, me gustaría reconocerle algo a estos chicos: tienen un estilo claro y definido, no son de esos que dicen hacer pop-rock con un plus de funk y abrazando el blues y el punk… No, Victoria Marso sabe por qué camino quiere ir y, sobre todo, lo que les gusta.

Y ahora, un consejo, chicos que estéis empezando en esto de la música: si tenéis un repertorio propio corto no pasa nada por hacer un par de versiones, que un concierto de 50 minutos tras haber esperado una hora y cuarto para el comienzo del mismo, toca un poco las narices.

Artículo escrito para el portal musical Muscana
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