Tras mucho planteármelo la siguiente parada de nuestro paseo por Roma será el Pantheón y Piazza della Rotonda, situada a la puerta del Pantheón.

¿Cómo definir el Pantheón? Pues realmente no lo sé demasiado bien, Miguel Ángel lo definió con un edificio de “diseño angélico y no humano” y evidentemente yo no soy nadie para llevarle la contraria a unos de los más brillantes artistas de la historia. El Pantheón se erigió en el año 25 antes de cristo. Por lo tanto, en sus comienzos el Pantheón comenzó su uso como templo pagano; aunque entorno al 609 (después de cristo, evidentemente) este templo se convirtió en iglesia cristiana (manteniéndose así intacta su estructura).

Acceder al Pantheón es majestuoso, acceder a través de su pórtico sorteando sus robustas columnas de granito egipcio es impagable. Pensar que en su momento la cúpula estuvo cubierta de bronce se antoja como una utopía ya que no es comprensible como un lugar tan “emocionante” puede lograr mejorar; aquel bronce que cubría el techo está hoy en el Baldacchino de Bernini. Y es que la cúpula del Pantheón pertenece a otro mundo, un óculo de casi 9 metros de diámetro la corona dejando así entrar la luz del sol (o la lluvia) sin ningún tipo de impedimento dotando así al edificio de un luz especial y diferente dependiendo de la hora del día ¿Cómo será un amanecer en el Pantheón? Nunca lo sabré, pero os aseguro que si un día consigo vivirlo será unas de las experiencias más especiales de mi vida.


Un día escuché algo así como que la belleza estaba en los números, informándome sobre este edificio he descubierto que la altura de la cúpula es la misma que el diámetro de la circunferencia que forma la nao… al final va a ser verdad y la belleza será cosa de números.

Pero la belleza del Pantheón no termina solo ahí, ante él se extiende la Piazza della Rontoda, mandada construir por Clemente XI. En ella podemos encontrar una fuente obra de Giacomo Della Porta coronada por un obelisco traído desde Egipto y perteneciente a la dinastía de Ramses II. Un lugar ideal en el que sentarse y contemplar la majestuosidad del Pantheón mientras, probablemente a última hora de la tarde, suene música de algún músico callejero.