A la conquista de Flandes (Capítulo 1: Historias de Aeropuerto)

Tenía pensado comenzar esta serie de post la pasada semana pero debido a ciertos acontecimientos he decidido posponerlo hasta esta semana. H...

Tenía pensado comenzar esta serie de post la pasada semana pero debido a ciertos acontecimientos he decidido posponerlo hasta esta semana.

Hemos vuelto de viaje con alguna historia que contar y con alguna que otra que callar. Gracias a intensas conversaciones y pactos he conseguido que las historias que a continuación os voy a contar hayan sido autorizadas para ello hemos decidido esconder los nombre reales bajo pseudónimos pactados.

Comencemos por quien me acompañó en la mayoría de los kilómetros y en todas las aventuras. Se trata del señor Moffy Assin Flower, sin duda el origen máximo de nuevas aventuras y desventuras; un hombre que cuando se repartió la suerte, él se la llevó a calderos.
En Bruselas nos encontramos con el Profesor K. Molkov, Molkov ha sido el referente del personaje de ficción Indiana Jones, ambos son personas cultas de gran intelecto, además son hábiles con el látigo y elegantes bajo su sombrero. Con el Profesor K. Molkov nos esperaba Jêan Delwaffre, un hombre elegante cuyos silencios cuentan más que de lo que callan y cuyas palabras son sentencias.

Una vez presentado el equipo podemos comenzar nuestro viaje.

Capítulo 1: Historias de Aeropuerto

Los aeropuertos son lugares únicos donde todo es posible, cualquier cosa por muy extraña que nos parezca puede suceder en el instante más inadecuado.

Nosotros llegamos a Oporto en autobús y al apearnos del mismo descubrimos la primera sorpresa que este viaje nos tenía programada. Nos dirigimos a la consigna del autobús para recoger nuestros equipajes, allí estaba mi maleta pero no la de Assin Flower… se había evaporado; aquella maleta de unos 50 centímetros y color azul marino había desaparecido… un espacio vacío encontramos en su lugar.

Lo normal hubiese sido perder los nervios, más aun cuando nuestros billetes y nuestras entradas para el concierto estaban dentro de esa maleta… pero no fue así, en su lugar decidimos coger una maleta ajena, de forma parecida, quizás un par de centímetros menos y de color negro. Paseamos por la terminal intentando localizar a alguien que nos ayudase en la infructuosa búsqueda de nuestra verdadera maleta.

Los minutos pasaban y la hora del embarque se aproxima mientras nuestros billetes seguían perdidos... llego el momento de abrir la maleta ajena en búsqueda de información sobre quien supuestamente había tomado nuestra maleta. Delicado momento sin duda el de asaltar la intimidad de una persona al abrir su equipaje de mano… con prudencia la miras una y otra vez sabiendo que se aproxima el momento en el que tendrás que agarrar con convicción su cremallera y asaltar esos 50x40 centímetros de privacidad…1, 2, 3 y la maleta estaba abierta; dentro… dentro… dentro encontramos lo que nunca pudimos imaginar: ¡¡¡una ristra de chorizos!!! Parece que las cosas mejoraban, sin información sobre quien tenía nuestro equipaje por lo menos habíamos conseguido la suficiente materia prima para no pasar hambre un par de días.

Decidimos entonces acercarnos al mostrador de la compañía con la que volábamos, el mostrador se encontraba en el segundo piso y decidimos tomar el ascensor apesadumbrados por nuestra mala estrella. Las puertas del ascensor se abren mostrándonos a una mujer con la cara desencaja, una mujer que nos acompañaba en el bus camino al aeropuerto… en ese mismo momento esta mujer sin mediar palabra se abalanzó sobre “nuestra” maleta y su gastronómico contenido. Comenzó entonces una conversación inconexa e inteligible entre esta mujer y el señor Assin Flower:

- Oh mi maleta – decía ella
- Ganabas con el cambio, eh? Pillina – decía él
- Es que la perdí – comentaba ella
- Pues aun le sacabas pasta a la reventa de las entradas – correspondía él
- Me voy a Frankfurt – contaba la mujer
- Pues ya me explicarás como has podido confundirte – exponía él

Minutos después esta ¿conversación? Llegaba a su fin con una mujer y sus chorizos camino de Frankfurt y con nosotros camino de Bruselas con nuestros billetes y nuestras entradas ¿camino ya de Bruselas? Pues no, primero había que pasar el control de seguridad.

Y es que desde el 11M esto de los controles de seguridad es una experiencia terrible. Esta vez el señor Assin Flower pasó el control sin mayor problema y eso que en su maleta llevaba medicamentos con los que podría drogar a todo el avión, secuestrarlo y estrellarlo contra la Torre Eiffel o cualquier otro lugar a su elección; pero yo, yo llevaba un desodorante en spray de 150 mililitros… y aunque quepa en esa diminuta bolsita trasparente esos temidos guardias de seguridad te lo quitaran y lo tiran a esa caja cargada de pequeños objetos sin maldad pero con mucha utilidad higiénica… tan solo por 50 mililitros me quedé sin desodorante aunque la guardia de seguridad se quedó con la marca de la crema anti ojeras (y probablemente también con mi querido y arrebatado desodorante).

Aprovechamos las casi tres horas de vuelo para recuperar el sueño perdido en la noche anterior (alguno se llevó una imagen impactante de la noche olívica pero esa ya es una historia vetada).

Una vez en las tierras de Flandes la cosa sigue igual de complicada: ¿Por qué no avisan que hemos de comprar los billetes antes de subir al autobús que nos llevará a Bruselas? ¿Por qué no te lo dicen antes de meter las maletas en el autobús? Y ¿Por qué se atreven a irse con tus maletas? En ese momento, mientras Assin Flower ayudaba a una vallisoletana a descargar su equipaje yo tomé la postura de canguro, por unos segundo s me convertí en el tutor de una linda pareja de niños castellanos que solo miran a su madre con cara de no tener demasiado claro lo que estaba pasando. Jugué mis cartas y en cuestión de segundo me hice con el niño, ídolo de su hermana pequeña y líder del combinado castellano infantil, nos convertimos en amigos mientras Assin Flower y su madre descargaban el equipaje.

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