La Felicidad de los Katakuri (Katakuri-ke no kôfuku)

Japón es diferente para todo incluso para el cine. El ejemplo claro es Takashii Miike quien en quince años ha grabado setenta películas, cua...

Japón es diferente para todo incluso para el cine. El ejemplo claro es Takashii Miike quien en quince años ha grabado setenta películas, cuando a ojos de los occidentales la inversión de números sería lo más lógico (excluyendo a Woody Allen, claro).

La cinta comienza de una manera muy particular: mezclando los típicos muñecos de plastilina con imágenes reales; quizás esta es la primera muestra de que no nos disponemos a ver una película al uso (por lo menos al occidental). Pero esta técnica no se reduce únicamente al comienzo de la cinta, más adelante encontraremos escenas que de un plumazo se convierten en lugares de plastilina o en creaciones digitales inimaginables.

Un cinta en la que se integran canciones incluso al estilo karaoke (¡que pena no saber japonés y acompañar así a nuestros protagonistas!) y en el momento más inesperado ya sea cuando nos enamoramos o cuando enterramos entre sombras un cadáver.

La Felicidad de los Katakuri nos muestra un sentido del humor un tanto absurdo, un sentido del humor que ataca a cualquier cosa que nos podamos imaginar de Japón: el karaoke, las artes marciales, las superestrellas del videoclip…

Hasta aquí llevé bastante bien La Felicidad de los Katakuri pero si algo pudo conmigo fue el excesivo metraje que convirtió al cuento digi-artenal en algo que gira y gira sin encontrar el fin pero tampoco sin llegar a marearnos. Probablemente nunca recomendase La Felicidad de los Katakuri pero sí me gustaría seguir viendo cosas del señor Miike porque seguro que le cojo en punto.

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