“¿Y qué hace una sirena en el escudo?” – preguntaste
“Es la Sirena de Sálvora” – respondí yo
“¿Una sirena? ¿Sálvora?” – me miraste con cara sorprendida
Pues para que lo sepas, Sálvora es una pequeña isla de Galicia, no son más que 14 kilómetros cuadrados, y sí, en Sálvora hubo una sirena (no te rías, es verdad).
Cuenta la leyenda que un caballero francés abandonó su patria en búsqueda de un retiro donde terminar tranquilo sus días, cuentan que podría ser el caballero Roldán, que no habría muerto en Roncesvalles si no que se retiró a esta pequeña isla en busca del descanso de sus batallas.
Cuentan que este caballero, da igual fuese o no Roldán, cabalgaba una mañana por la orilla de la isla contemplando la inmensidad del mar cuando observó a lo lejos el cuerpo de una mujer tendido en la arena. Pensando que pudiesen ser los restos de un naufragio, en si aquella mujer habría fallecido en el naufragio dirigió su caballo raudo y veloz hacía aquel cuerpo que yacía en la arena.
A medida que se acercaba a ella, nuestro caballero comenzó a distinguir los rasgos de la dama: joven, hermosa pero al llegar a su lado descubrió con sorpresa que se trataba de una sirena. Pero Roldán no huyó, ensimismado por la belleza de la sirena, sin mediar palabra, la subió a lomos de su caballo y la llevó a su morada.
Roldán decidió entonces quitarle una a una y con sus propias manos las escamas a la sirena, ensimismado por su belleza, Roldán llevó a la sirena a su lecho (que bien queda esta frase cuando todos estamos pensando en algo más sucio).
A la mañana siguiente Roldán reparó en que no conocía el nombre de la bella sirena, preguntó entonces su nombre pero ella fue incapaz de responder, la bella sirena era incapaz de articular palabra. Roldán estaba enamorado de esa mujer de la que solo sabía que había llegado del mar… Roldán la bautizó con el nombre de Mariña (alarde de imaginación de Roldán).
Roldán y Mariña pasaron sus días felices pero por más que lo intentaba Mariña no era capaz de emitir ninguna palabra. El culmen de su felicidad llegó con la llegada de su primer hijo.
Un noche, la noche de San Juan (noche mágica donde las haya) los allí congregados cantaban y bailan alrededor de la hoguera, mientras Mariña sonreía y mecía en brazos a su pequeño. Roldán se acercó a Mariña, tomó a su hijo en brazos y se dirigió hacía la hoguera para cumplir la costumbre de saltarla y así purificarse, Mariña, mujer venida del mar, sirena antes de mujer, desconocía dicha tradición, pensó que su marido había perdido la razón y quería deshacerse de su vástago, en ese momento, Mariña gritó:
¡Hijo!
Desde ese momento, Mariña pudo hablar con normalidad y la felicidad de la pareja fue plena, compartieron sus días y sus noches, sus veranos e inviernos; sus años de amor dieron origen al linaje de los Mariño. Cuentan, que al morir Roldán, Mariña, la sirena, regresó al mar pero con una condición: cada generación de los Mariño tendría que entregarle a ella un niño que se llevaría al mar; el elegido sería reconocido por tener los ojos azules como el mar… y sí, ha habido casos de Mariños de ojos azules desaparecido cerca de la costa.
Sí, tan solo puede que se trate de una leyenda, de una historia inventada para dormir a niños, quizás a veces, tan solo algunas veces nos baste con fantasear para por lo menos sonreir. Lo que sí es verdad es que hoy, en pleno siglo XXI, en la entrada a Sálvora existe una escultura de una sirena que recuerda esta historia.
9 seres inteligentes han dicho y tú, ¿a qué esperas?