Cuando me dijeron que existía una línea que separaba el mar del norte del mar del sur y que esa misma tarde me llevarían a verla, no os voy a engañar, la verdad es que tomé el comentario como una locura isleña y es que supongo que al estar rodeados de tanta agua (salada además) al final acabas creyendo en cosas sin demasiada lógica.

Después de comer nos montamos en el coche y nos dirigimos a Punta Teno, el punto más al oeste de la isla. La verdad es que no sé muy bien a quien le hacía más ilusión ir: a mí o bien a ti, sinceramente, tu sonrisa te delataba y yo, ya sabes, me dejo llevar.

Llegar a Teno es una aventura, es uno de esos lugares alejados de los turistas por mil motivos: por los carteles que te dicen que la carretera está cortada, por aquellos que dicen que Fomento no se hace responsable de la construcción del túnel, por esos que dicen que pasas bajo tu responsabilidad, por… y es que no quieren que vayas allí, quizás, porque es mejor; es mejor conservar ese paraje lejos del hombre, quien solo perpetraría crímenes contra él.

Sin duda, quizás por tu sonrisa de felicidad o simplemente porque es uno de los lugares más especiales que he visto Teno es mi elección para comenzar esta pequeña ruta a través de mi viaje; un lugar donde se termina el mundo, un lugar donde sí se ve una línea, no sé que divide, pero he visto un lado picado y otro en calma, un lugar genial con un aire genial que dibuja peinados de lo más fastuoso en nuestras cabezas… y es que como ya he dicho, Teno es especial.