Joan Manuel Serrat y Miguel Hernández desembarcan en Vigo

Quizás un recital de Joan Manuel Serrat no sea lo más apetecible para un jueves de julio pero de todas formas nos animamos a ir y es que en ...

Quizás un recital de Joan Manuel Serrat no sea lo más apetecible para un jueves de julio pero de todas formas nos animamos a ir y es que en el fondo Serrat es más que un cantante, es un símbolo de un país (porque sí, debemos asumirlo, es así).

Nos acercamos al auditorio que tan acostumbrados en los últimos tiempos nos tiene, tres cuartos de entrada en una noche que comenzaba a refrescar. A la hora indicada comenzaba el concierto del catalán quien tras la primera canción explicaba que este se trataba de un concierto “cerrado” dedicado en exclusiva a la figura del poeta Miguel Hernández, un concierto donde no habría sitio para grandes éxitos (como él mismo los definió) ni para canciones de otros discos… sin duda esto sentó como un jarro de agua fría a los allí reunidos y comenzó en run-run en la grada, un run-run que terminó con un clamoroso “oooh!!!” que el propio Serrat entendió emplazando al auditorio para futuras ocasiones donde hacer “un concierto a la carta”.

Durante la siguiente hora y media Serrat se dedicó a desgranar los temas de su último disco (como ya hemos dicho, un disco de poemas musicados de Miguel Hernández), dicen las crónicas que lo hizo de manera sobria y elegante; yo, sentado en las gradas del anfiteatro, diría mejor que lo hizo de manera fría y distante, evidentemente dejando claro que Serrat es mucho Serrat, que puede mantener en silencio a un auditorio completo y que ese temblor de garganta es capaz de erizarle la piel hasta a las piedras del suelo pero de la misma manera reconozco que tras cada canción la gente aprovechaba para irse y que poco a poco Castrelos fue quedaronse más vacío.

Tan solo se dirigió al público para presentar al final del concierto a su banda de acompañamiento (no hubo bises, como de otra manera era de esperar después dela presentación pero tampoco nadie se los pidió) y en un momento puntual por las quejas (o mejor dicho: la queja) de un espectador sobre el volumen de la actuación. Serrat, técnicamente cumplidor y brillante, estuvo lejos, muy lejos del público.

Y es que como bien escribió alguien por ahí: glorias pasadas no garantizan glorias futuras.

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