Ka, Oska y demás familia

Siempre he caminado en mi mundo, sin prestar demasiada atención a quienes me cruzaba, siempre me han llamado más los carteles en las farolas...

Siempre he caminado en mi mundo, sin prestar demasiada atención a quienes me cruzaba, siempre me han llamado más los carteles en las farolas, los escaparates a media luz o cosas similares.

Últimamente de camino a casa paso ante un par de escaparates interesantes, siempre tienen algo que sería interesante en el salón de cama, en la cocina, en la habitación… me entretengo mientras camino, es una distracción más.

Hace un par de días han colocado en uno de estos escaparates unas matrioskas; las matrioskas son ese tipo de cosas que siempre, sin saber demasiado bien como, han conseguido capaz mi atención.

Cuenta la leyenda que cada mañana un carpintero ruso desafiaba el frío del día en la búsqueda de madera con la que tallar sus instrumentos, sus juguetes, sus muebles… como cada mañana Sergei, así se llamaba nuestro carpintero, salió al bosque en busca de su presa. Pasó el día sin encontrar la madera adecuada, toda era verde o estaba demasiado húmeda para poder trabajar con ella. Apesadumbrado tomó el camino que le llevaba a su casa cuando en un instante un trozo de madera llamó su atención, probablemente no fuese la mejor madera del mundo, ni la que más posibilidades tenía pero algo sí tenía, algo inexplicable, algo que hacía que los ojos de Sergei no pudiesen despegarse un solo instante de ella.

Se apresuró, la cargo sobre su hombro y se dirigió al pequeño taller anexo a su casa.
Pasaron los días y Sergei tan solo contemplaba aquella especial madera pero no sabía qué hacer con ella, por primera vez Sergei no sabía que tallar. Hasta que una mañana decidió tallar una muñeca. Cogió sus herramientas y se puso a trabajar en su nuevo proyecto, al terminar, miró a sus ojos y decidió quedársela y llamarla Matrioska.

Matrioska se convirtió entonces en la única compañía de nuestro solitario carpintero, quien cada mañana al levantarse se acercaba a ella y le decía al oído “buenos días Matrioska”, así cada mañana de cada día de cada semana hasta que una mañana la muñeca respondió a Sergei “buenos días Sergei”. Sergei se quedó petrificado mirando a la muñeca pero en vez de sentir miedo por el extraño suceso Sergei se sintió afortunado, había encontrado una compañía con la que hablar en sus largas horas de trabajo.

Tras varios meses conversando con Matrioska Sergei percibió como la muñeca había mudado su carácter, ahora estaba más triste. Preguntó entonces Sergei a que se debía esto y Matrioska respondió que veía cómo todo el mundo tenía alguien a su lado, un hijo o una hija, con la que dejar algo de si mismo en el mundo. Entonces Sergei dijo a la muñeca: “si tanto lo anhelas yo te daré una hija; te abriré, sacaré madera de ti y crearé a Trioska, tu hija. Será un proceso doloroso Matrioska”, la muñeca mirándolo fijamente espetó al carpintero “en la vida, las cosas importantes merecen pequeños sacrificios”.

Sergei tomó a Matrioska y sus herramientas y comenzó a tallar de nuevo una muñeca fruto de Matrioska, nacía así Trioska fruto de Matrioska, que desde aquel momento dejó de sentirse sola. Pero con el paso de los años el instinto maternal llamó a Trioska, como ya había hecho con su madre, así nació Oska quien cíclicamente sufrió la llamada de su instinto como madre. En ese momento, cuando Oska pedía su descandencia, Sergei comprobó que tan solo quedaba madera para una muñeca más y así nació Ka, una muñeca con bigotes, es decir, un muñeco; “Ka, eres un hombre, por lo tanto, tú no podrás tener descendencia” enfatizó el carpintero Sergei.

Decidió entonces introducir a Ka dentro de Oska, a Oska dentro de Trioska y a esta dentro de Matrioska. Al despertarse una mañana Sergei vio como Matrioska y su familia había desaparecido, Sergei en ese momento se quedó desolado, comenzó entonces a buscar a su muñeca pero jamás la encontró.

Vale, lo acepto, esto es tan solo una pequeña adaptación que he hecho del cuento del poeta búlgaro Dimiter Inkiow, ya sé que las Matrioskas tienen un origen japonés y no ruso, pero también sé que en muchos momentos sonreír leyendo antiguas leyendas no está de más.

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