The Teide Expirience

Sí, soy consciente que nuestro plan de sábado noche no ha sido de lo más habitual, en vez de salir y pecar, nosotros decidimos salir y explo...

Sí, soy consciente que nuestro plan de sábado noche no ha sido de lo más habitual, en vez de salir y pecar, nosotros decidimos salir y explorar y es que a veces nos disfrazamos de Indiana Jones y nos tiramos al monte como si maquis fuésemos.

Tras varios dimes y diretes nos montamos en el coche y cogimos dirección al Teide (que es mucho más alto que lo que aparece en el anverso de antiguos los billetes de mil). Aparcamos en un pequeño parking a unos 2.500 metros de altitud, cruzamos la pequeña valla y comenzamos a caminar.

Los primeros kilómetros de la ascensión se produjeron a través de una típica pista forestal dibujada en medio del “desierto” del Teide, a las dos horas (y vete tú a saber cuántos metros de camino) decidimos hacer la primera parada de la expedición. En ese momento todo eran risas y cachondeo probablemente por el desconocimiento de lo que encima se nos venía.

Pero tras la primera parada comenzó la ascensión en serio; el objetivo: el refugio de alta montaña que se encuentra “a los pies” del teleférico. Tomamos entonces el sendero 7: pendiente inclinada, suelo de piedra pómez suelta y mucha ascensión por delante. Comienzan a pasar los minutos, llegan las horas y todavía no encontramos el sendero, lo que antes eran risas y cachondeo ahora son quejas y algún aislado reproche.

A nuestro alrededor la vegetación cambia a nuestro alrededor comienzan a aparece pequeños matorrales los cuales nos harán compañía durante casi casi una hora de camino, también cambia el suelo: seguimos subiendo pero esta vez pisamos arenilla, un poco más consistente. El grupo comienza a resquebrajarse, quejas, enfados y las primeras “faltas de aire”.

A las 4 de la mañana llegamos al refugio de Altavista. Allí descansaremos y entraremos en calor rodeados de aquellos que ese amanecer también intentarían el ascenso al pico. Entrar en ese refugio es una sensación agradable, hemos subido 700 metros de altitud en medio de la noche, el cansancio se une al frío y entrar en esa pequeña casa, con calefacción, supongo que es más o menos como encontrar un oasis en el desierto.

Tras una hora de descanso decidimos seguir avanzando; en ese momento el grupo se rompe, algunos se quedaran en el teleférico esperando que este entre en funcionamiento para bajar de nuevo a parking y poder volver a casa, otros intentaran el ascenso al pico. La idea es ir juntos hasta el teleférico y una vez allí dividirnos… lo que iban a ser 20 minutos de camino se convierten en hora y cuarto, el grupo llega ya roto al teleférico. El primer grupo comienzo el ascenso “por libre”, el segundo se “instala” a la espera del primer teleférico (4 horas le quedaban por delante). Tras unos minutos de reflexión decidimos intentar porque ¿cuántas veces podremos ver amanecer desde el lugar más alto de España?

Tomamos el sendero 10, un sendero de una sola vía: el pico. Viento y frío son nuestros compañeros y es que estás allí, a más de 3500 sin protección, con la “brisa” golpeándote mientras intentas caminar por una vía de pendiente cercana al 20% ¡incluso te planteas gatear! Pero no lo haces, sería humillante que la gente que asciende contigo te viese así por lo tanto continúas dando pequeños pasos, por primera vez sientes tu corazón acelerado y como por muy rápido que respires parece que no fuese suficiente: amigo, estás muy arriba, ahora eres consciente.

Se empieza a abrir el día, miras a tu alrededor y piensas que en cualquier momento te vas a caer al abismo pero sigues caminando, a tu ritmo, sin prisa, con pequeñas metas que te ayudan a llegar más y más arriba aunque te falte el aire. Y por fin, tras casi 40 minutos de esfuerzo, llegas a lo más alto, minutos antes de que comience un amanecer espectacular y especial, especial por el esfuerzo que ha supuesto, por el trabajo invertido. Ves como poco a poco el sol aparece en el medio del mar, como el horizonte se convierte en una línea luminosa y con suerte, si te toca un día despejado, el archipiélago completo (nosotros nos tuvimos que conformar con La Palma, La Gomera y Tenerife).

Estás arriba, lo has logrado, eres el mejor… pero ¿sabes? Aun queda lo peor: la bajada.

Muchos de vosotros pensareis que es lo más fácil, pero no, no es así: un suelo pedregoso, una pendiente que te lleva a pensar que en cualquier momento puedes caer, el cansancio acumulado… bajar es una tortura. Kilómetros y kilómetros por delante, sin ánimo, sin recompensa, con un sol que golpea constantemente sin clemencia, y es que estás a más de 3000 metros y no hay sombra que te cobije. Las rodillas sufren, el sol pega y el final parece no llegar.

Kilómetros en los que da tiempo a pensar que la experiencia no merece la pena pero sí, con el paso de los días, después de haber recuperado lo necesario, sí merece la pena (y es probable que la repitamos, eso sí, mejor diseñada pero ese es un tema que no merece enturbiar este relato). Porque sí, ha merecido la pena y porque sí lo hemos logrado.

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