Festival Gafapasta (2ª entrega)
17:02:00
La depresión comenzó cuando las groupies de Burdel abrazaban y vitoreaban a sus sudados ídolos cuando estos descendían del escenario, la depresión continuó cuando los amigos de los grupos locales dieron la espalda a los artistas “peninsulares” y se dedicaron a contarse su semana y reírse a mandíbula suelta haciendo así ambos colectivos (groupies y amigotes) uso de su falta de educación. Quizás alguno de los que lea esta crónica piense que estoy exagerando pero para muestra un botón: Zahara saluda, se cuelga la guitarra, rasga las cuerdas, vuelve a saludar, mirar a la sala y espera el silencio del “respetable” (y lo entrecomillo por su propia falta de respeto) decide entonces, entre murmullos y risas, dar comienzo a su concierto.
La sensación que me transmitió Zahara es que nunca estuvo cómoda en el escenario y que incluso en algún momento trató de llamar la atención de los congregados alrededor de la barra con algún que otro agudo (intento que cayó en saco roto, por cierto).
A diferencia del último concierto que presencié de Zahara (hace ya año y medio en la Sala Karma en Pontevedra) este concierto me pareció lejano, sin conexión con el público allí congregado (cosa que por un lado entiendo), eché de menos a aquella chica jovial que contaba historias de aviones, que cantaba Con Las Ganas como si en esos 3 minutos de canción se fuese su vida… ¿decepción? Quizás un poco, no lo voy a negar pero como he dicho el ambiente no estaba para un concierto así, no sé si se debe a la falta de cultura musical o directamente a la falta de respeto por el trabajo de un artista por parte de quienes están frente al escenario.
Y tras el mal trago de Zahara, aquellos que se arremolinaban alrededor de la barra decidieron cargar con sus copas y acercarse de nuevo al escenario para ver a La Vieja Morla. Y aquí he de reconocer mi segundo error de la noche: cuando me interesé por la cultura musical en mi nueva residencia se me habló de este grupo como los seguidores del estilo Pereza (de hecho creo que fueron sus teloneros en la visita de los madrileños a la isla), tan tan seguidores que me costaría encontrar diferencias entre esta banda y una banda tributo a Pereza. Tras estos comentarios esperaba una banda de rock canalla, gafas de sol y aros en las orejas, de hecho me encontré con algo por el estilo aunque sin gafas de sol.
Para ser justos diremos que La Vieja Morla jugaba en casa, de hecho su cantante explicó que este Festival nacía como celebración del 5º aniversario de la banda; por lo tanto, estos chicharreros tenían medio camino andando. Pero al César lo que es del César, el cuarteto lo dio todo durante su actuación: música rápida, chascarrillos con el público, saltos, chistes… sí, triunfaron, sí, se merecieron hacerlo.
Pactado o no, La Vieja Morla fue la única banda que hizo un bis en su concierto; los únicos que consiguieron que toda la sala botase al ritmo de su música y que cantase sus canciones (y como diría Yosi de Los Suaves “una canción no es canción hasta que la canta el público”). La Vieja Morla suena diferente, sí, evidentemente juegan a ser Pereza pero su show también engancha; puedo decir que me divertí en su concierto sin ser mi estilo de música favorito, quizás porque me dejé llevar por la euforia colectiva que en la Sala Rex se respiraba, quizás porque me quería desquitar del mal trago anterior o simplemente porque me llegaron sea como fuere La Vieja Morla, a diferencia de los profetas de la biblia, fue profeta en su tierra.
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