En tiempos remotos existía la bella costumbre de contar historias, estas historias no solo servían para entretener al pueblo y divertirlo si no que además tenían una función mucho más importante: la aleccionadora. Los antiguos contaban historias para explicar lo que en aquel entonces era inexplicable o para transmitir como se debían hacer las cosas ¿acaso Jesucristo no utilizó parábolas (simples historias) con ese mismo afán?

Algunos lo sabréis (la biblioteca de mano así me delata) que últimamente me estoy aficionando a los mito e historias clásicas, a las griegas especialmente, que si Zeus, que si Poseidón, que si Hércules, que si… un mundo de dios, semidioses y héroes, un mundo de ninfas e hidras, de perros cancerberos o de barqueros que piden tributo por sus viajes.

Y os acerco una historia griega la historia del titán Atlas, hijo de Japeto y de la ninfa Climene. Atlas se convirtió en líder de los Titanes en las guerras que enfrentaron a estos a los dioses del Olimpo mucho antes de la llegada del hombre a la tierra.


Tras cruentas batallas los Titanes fueron derrotados por los Olímpicos y Zeus castigó a Atlas a cargar con la bóveda celestial eternamente, manteniendo asé separada la tierra del cielo eternamente.

A veces tu mundo tiembla y notas como poco a poco se desmorona, a veces tan solo es una absurda y errada sensación, otras, las peores, es verdad… pero amigo, recuerda una cosa, cuando tu mundo tiemble siempre hay debajo un gigante que te ayuda a sujetarlo.