Recuerdo que cuando era niño, cuando los ordenadores eran solo de sobre mesa, cuando los móviles eran ensoñaciones de yuppies de gran ciudad... un juego arrasaba en aquellas arcaicas máquinas recreativas: no era otro el Prince of Persia. Ahora casi (o sin casi) 20 años después Prince of Persia llega a la gran pantalla y lo hace de la mano de Disney... uuufff! se empiezan a torcer las cosas... ¿Ilusionarse? ¿Para qué? todos sabemos como son los productos Disney.

Prince of Persia cuenta con todos lo boletos para ser un taquillazo: un héroe apuesto y valiente, un sabio mentor traicionado, un archienemigo oculto entre las sombras, saltos, explosiones, peleas a espada... pero le falta algo: vida. Y es que todo está demasiado programado, todos sabemos cuando va a saltar, que va a hacer, quien va a morir e incluso, en algún momento, que frase va a decir.

Y esto va mucho más allá que el conocimiento del juego, es que Prince of Persia está hecha para la taquilla, incluso no tiene como objetivo a los jóvenes palomiteros, ni a los frikis de los videojuegos, no, Prince of Persia está (bien) hecha con afán recaudatorio... dejando a un lado que los personajes de la películas tienen que sentir, no solo dar vida a seres programados.

Sí, el estilo es bastante parecido al de videojuego, escenas de acción, saltos, acrobacias... vamos lo que veíamos cuando le dábamos al triángulo y al cuadrado y después al R1 (por favor, ningún fan de los videojuegos lo corrija ya que he escrito esto como un simple ejemplo). Y sí, consiguen que la película fluya con rapidez y consiguen llamar nuestra atención. La misma que perdemos cuando los personajes se miran como lo hacían R2D2 y C3PO (vamos, sin vida).

De todas formas he de reconocer que Prince of Persia ha superado mis expectativas. No la puedo recomendar porque no entra dentro del género de cintas que me apasionen pero sí hará las delicias de los intrépidos palomiteros y de los amantes de los videojuegos que a buen seguro le habrán dado más nota que la mía: