Ricky

La mayoría de las veces el cine francés es sinónimo de calidad, gusto e historias bien contadas pero Ricky es sin duda una excepción a est...


La mayoría de las veces el cine francés es sinónimo de calidad, gusto e historias bien contadas pero Ricky es sin duda una excepción a este patrón francés; y no es que Ricky no tenga calidad o gusto es que simplemente no cuenta nada lógico, hace demasiadas preguntas para no llegar a ninguna respuesta… que sí, que lo de dejar pensar al espectador por si mismo está bien pero cuando las cosas se rigen por la lógica y no por criterios fantásticos.

Desde la primera escena, inconexa e intemporal en la secuencia de la cinta, Ricky comienza a sonar, como mínimo, “extraña” para poco a poco dejar de sonar como tal y convertirse en extraña, sí, sin comillas. Por el medio encontramos grandes momentos, la mayoría de ellos de la mano de Sergi López.

Ricky es la historia de un padre acusado de pegar a su hijo, la de un niño al que se le desarrollan unas alas, la de una madre que pierde a un hijo y coqueta constantemente con el suicidio, la de una hermana que se siente como El Príncipe Destronado de Delibes… Ricky son muchas cosas pero ninguna concreta.

Y lo que no es está claro: no es un cuento, es un dramón… constante esa sensación de que algo terrible sucederá, que lo malo siempre está a la vuelta de la esquina, que el mundo es una mierda… Ricky se hunde, se hunde y no reflota por muy (extrañamente) feliz que sea final, Ricky no lo logra:

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