Pongamos que hablo de Marwan, de Marino y de Diego
17:47:00
Recuerdo que cuando era crío, por la fonoteca de mi padre, tropecé un día con un viejo casete de Luis Eduardo Aute titulado Entre Amigos. En aquel momento no tenía ni puñetera idea de quién era Aute, con el paso de los años poco a poco fui conociendo su obra y descubrí que, Entre Amigos, poco (o nada) tenía que ver con el programa de televisión que en aquel momento presentaba José Luis Moreno.
Y ¿a qué vienen Aute y Moreno si el concierto fue de Marwan y Marino Saiz? Pues que el hispano-palestino, al igual que el filipino-español (porque sí, Aute nació en Manila), busca (y lo que es más difícil: consigue) que cada uno de sus conciertos sea una reunión de amigos. Marwan te hace sentir uno de ellos: desde un primer momento es cercano al público e interactúa con el mismo, dirige sus guiños y sus juegos a la platea del teatro y consigue arrancarte una carcajada continua.
Ahora, releyendo el comienzo de esta crítica, me doy cuenta de que he comenzado la casa por el tejado y la crónica del sábado, por su conclusión. Retomemos entonces el estilo normal y vayamos al principio de la noche:
La llegada a La Laboral nos provocó la primera sorpresa y es que, en el zaguán del teatro, nos encontrábamos con el canarión (afincado en Madrid) Diego Ojeda: saludos, abrazos, sonrisas, planes de futuro (está inmerso en estos instantes en la grabación de su próximo álbum) y una confidencia: “voy a tocar un poquito antes de Marwan”. Ese poquito fueron temas en los que el cantautor gran canario estuvo acompañado en todo momento por el violinista Marino Saiz (pluriempleado en la noche del sábado).
Diego decidió terminar este microconcierto con Mi Accidente, tocada con guitarra y violín… ¿qué queréis que os diga? Tan solo vienen a mi mente las palabras que el diestro de Ubrique dijo una tarde im-presionante. Y es que aunque a Diego le cueste arrancar en esta isla, su valor como compositor es incalculable.
Minutos después salía al escenario Marwan y el teatro de La Laboral (que estaba lleno, cosa que no consiguió, por ejemplo, Quique Fernández o Iván Ferreiro) rompía a aplaudir: no, no era Madrid pero Marwan estaba en casa.
Sonrisa, saludo y Te Podría Decir, comenzaba un concierto que se alargaría casi dos horas, un concierto en el que se escucharon temas de su último trabajo Las Cosas que no Pude Responder o “clásicos” en la trayectoria del artista como Carita de Tonto o El Chándal y que terminó con Canción a mi Padre sin micro, desenchufado y en el medio de la platea donde un silencio sepulcral lo acompañaba.
El silencio y, por antonomasia, el respeto al artista (o artistas si hablamos de Diego Ojeda y del violinista Marino Saiz) fue increíble, tan solo roto por los aplausos o los acompañamientos. Se creó un clima mágico donde fluyeron canciones y poemas (y es que Marwan, hace un mes, ha presentado su primer libro de poemas), convirtiendo la fría y lluviosa noche lagunera en una noche diferente con encanto propio.
No sé si Marwan, Diego Ojeda o Marino Saiz venderán algún día millones de discos o llenarán el Calderón, las Ventas o el Helidoro como lo hacen Muse o Coldplay, pero de lo que estoy seguro es de que sus conciertos son como el reducto galo de Asterix: lugares rodeados de ruido y suciedad pero cálidos y felices en su interior.
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