Los que me conoceis de primera mano sabeis que Sabina es un personajes muy interesante para mí, venerado en su momento poco a poco comenzó su divorcio conmigo y es que pedir el “voto útil” o asistir a premio como el Principe de Asturias consiguieron que me enfadase con el personaje Sabina. Hace más de un año lo vi por primera vez en directo y… y me quedo sin palabras al recordar lo que aquel pequeño hombre hacia sobre el escenario pero sobre todo al ver lo que conseguía transmitir a la gente alllí reunida… Sabina es un poeta, un poeta al que a veces degollaría y otras tantas invitaría a una caña, en personaje que se ha comido a la persona o una persona, que al final, se ha comido a su personaje.
Hace unas semanas llegó a mí el documental 19 Días y 500 Noche, dirigido por el holandés Ramón Gieling trata de mostrarnos la cara oculta, la menos pública de Sabina. Lo hace invitando a antiguos amigos y amores a una reproducción del salón de Sabina en unos estudios madrileños, allí, sentados en el salón hablan de su vida con Sabina y de su separación del mismo.
El documental parte de la premisa que en la vida de Sabina podemos encontrar dos etapas miuy diferenciadas: una etapa pre-ictus y otra post-ictus, aunque como veremos a lo largo del documental esto no es del todo correcto, amigos e incluso el propio Sabina dan al tras con esta premisa. Lo que sí deja claro 19 Días y 500 Noche es que en la vida de Sabina una llave lo es todo: su primera llave fue la de la libertad, cuando llegado a Granada desde su Úbeda natal encontró en la llave de un hostal la libertad que su pueblo no le daba. Más tarde la llave fue maestra fue la de su piso de Tirso de Molina, sus amigos, sus conocidos, sus amantes, sus… todos la tenían pero después llegó el cambio y esa cerradura fue sustituida, ahora Sabina tiene una llave para él.
La verdad es que la historia parte desde una idea realmente buena pero poco a poco se diluye. Quizás las voces que hablan de Sabina no sean las más “autorizadas” (excluyendo por supuesto a Krahe o a Senante)… te quedas con la sensación de que has ido a ver al Madrid y ha jugado el Castilla: sí, ambos visten el mismo escudo pero no es lo mismo, no sé si me explico.
Además ha habido ciertos momento de 19 Días y 500 Noche que no he pillado muy bien… que sí que mientras suena “A Mis Cuarenta y Diez” es muy bonito correr por un cementerio con una botella de J&B en la manos pero ¿qué hace allí Larrañaga? ¿o una mujer semidesnuda bajo una sábana blanca? Creo que la “poesía” del directo se convirtió puntualmente en un “-ismo” difícil de entender.
19 Días y 500 Noche me ha dejado un regustillo extraño: agradezco que alguien me acerque a Sabina pero no a cualquier precio… de todas formas, puestos a regalar gatitos, le vamos a dar:
Por cierto ¿alguien entiende a Enrique Morente? Es que durante toda su entrevista parece que han hablado en venusiano, eso de intentar mezclar toros y música con esas gafas de sol me ha parecido más conversación de after-hour que de documental serio…
0 seres inteligentes han dicho y tú, ¿a qué esperas?