Los Jóvenes ya no hacen el Amor en Gallego

Camilo Díaz Baliño era pintor y galeguista, vivía en Santiago de Compostela y nunca ocultó sus simpatías políticas, su casa era punto de enc...

Camilo Díaz Baliño era pintor y galeguista, vivía en Santiago de Compostela y nunca ocultó sus simpatías políticas, su casa era punto de encuentro de intelectuales y galeguista de aquel Santiago de los años 30.

En julio 1936 Camilo Díaz Baliño fue paseado y como no cabría esperar de otro modo fue fusilado pasando a formar parte de la numerosa lista de fusilados o desaparecidos de la Guerra Civil Española. En aquel momento su hijo Isaac tenía 16 años y tras varios días escondido tomó el coche de línea que le llevaría a Coruña donde unos familiares le darían asilo.


Le tocó vivir en el tiempo en el que los asesinos de su padre (y de los amigos de este) gobernaban y campaban a sus anchas, Díaz Pardo vivía entonces su exilio interior. Sobrevivió como rotulista y gracias a una beca de la Diputación de La Coruña estudió Bellas Artes en la Real Academia de San Fernando en Madrid, decide viajar (o exiliarse) a Argentina donde tomará contacto con Luis Seoane, Rafael Dieste o Laxeiro. Se convirtió entonces en un puente entre la Galiza interior y la Galiza en el exilio, entre intelectuales nacionalistas, republicanos, anarquistas, intelectuales de posturas encontradas pero con un puente en común: Díaz Pardo.

Con 28 años puso fin a su prometedora carrera artística y decidió encarar un proyecto titánico: resucitar y dinamizar el mundo cultural y editorial galego. Con Luis Seoane fundó en 1968 el Laboratorio de Formas de Galicia, una institución sin ánimo de lucro, en Sargadelos. Ambos querían recuperar la memoria y la identidad de Galiza sepultada bajo el franquismo. Nacía así el germen de lo que más tarde sería el Grupo Sargadelos.

Con la llegada de la democracia nace Sargadelos como industria. Poco a poco, con un centenar de empleados, la cerámica de Sargadelos se hace un nombre y un hueco en diversas galerías de comerciales y a la vez en otras tantas culturales. Una cerámica culta e ilustrada se convierte así además en un producto de lujo y en una seña de identidad propia galega.

Los últimos años de la vida de Díaz Pardo trascurrieron entre derrotas, principalmente con los que fueron socios en sus empresas de cerámica (léase Sargadelos) con quienes se enfrentó por el futuro de la empresa… Cuentan que además de un negocio Díaz Pardo veía la cerámica como una deuda con Galiza, como la herramienta ideal para refundar el Seminario de Estudos Galegos desaparecido durante la Guerra Civil pero los cambios accionariales pudieron más que la idea de su fundador quien poco a poco se apartó de la industria que el mismo creó. Don Isaac repetía “cuando me muera esto será una pila de ceniza”, siempre habló de compromisos sociales, de solidaridad cultural, nunca entendió la cultura como negocio y para él, su cerámica, era cultura galega.


Con 85 decidió, en otra polémica decisión, ceder su legado artístico y documental a la Cidade da Cultura y encomendó sus últimos años de vida al archivo del mismo. Dicen las crónicas que Isaac Díaz Pardo nunca estuvo afiliado a la Seguridad Social y que para vivir los últimos años se dedicó a vender cuadros y dibujos realizados antes de poner punto y final a su carrera artística.

Hoy, fallecido el artista, todo son alabanzas y odas a la figura de Isaac Díaz Pardo. Odas de quienes en su momento dieron la espalda al empresario y odas también de los que compartían ideas con él y es que en este país, ya lo sabemos, somos unos gilipollas (el propio Isaac se definía a si mismo como “un limpamerdas e sopragaitas”) hasta que morimos, en ese momento nos convertimos en dioses.

Nunca tuve la suerte de conocer a Don Isaac Díaz Pardo pero sin duda, ya mucho antes de su muerte, me ha parecido un personaje singular e histórico para Galiza. Un hombre, probablemente, obsesivo que consiguió que una pieza de cerámica se convirtiese en una obra de arte sin caer en el horterismo de Lladró.

Ha muerto un pintor, un diseñador industrial, un escritor, un promotor, un editor, un mecenas, un empresario… a muerto parte de la Historia viva de Galiza que como bien dijo “Tócame morrer. Xa están a morrer todos, xa non queda ninguen”. Tenía 91 años.

"Los jóvenes ya no hacen el amor en gallego, lo hacen en castellano" dixo Isaac

Aquí os puede interesar

1 seres inteligentes han dicho y tú, ¿a qué esperas?