También es lógico que esta temporada parezca mucho mejor ya que la quinta, siendo positiva (acepto que con esta serie no soy objetivo), había bajado mucho el listón y era una muestra del declive de una serie (que no de un personaje) como House.

Esta temporada el comienzo de la serie es más bien raro, House en el psiquiátrico sin saber demasiado bien si podrá ejercer o no pero poco a poco la serie va tomando camino y como es lógico (aunque no de la manera previsible) House termina de nuevo en el Princeton-Plaisboro. Pero antes de volver al Princeton-Plaisboro me gustaría hablar de un nuevo y efímero personaje al que da vida Franka Potente, la actriz de Corre Lola, Corre se asocia a la serie para demostrar que House es humano y que incluso tiene sentimiento (y hasta aquí puedo leer).

En esta temporada los guionistas han apostado por el cambio; el de House, que se humaniza como personaje con sus pros (es menos mezquino e intenta ayudar) y con sus contras (pierde esa chispita tan…), el de Wilson quien por fin se comporta como un hombre maduro y de ideas claras y el de los protagonistas, sí, como leéis, el de los protagonistas. En esta temporada encontramos capítulos dedicados a Wilson, a Cuddy e incluso capítulos corales en los que House no es el personaje principal si no uno más del reparto.

Pero el boom viene en los dos capítulos geniales. El último por su historia, la del paciente, la de House… es de esos capítulos que remueven algo por dentro y es que el alegato de Hugh Laurie en cierto momento del capítulo es conmovedor a la par que aterrado, un capitulo que consiguió que de nuevo se me removiesen las tripas como no lo hacían desde las punciones lumbares de la primera temporada. Pero he dicho los dos último porque sí, el penúltimo capítulo es más o menos interesante pero llegando al tramo final se convierte en un episodio realmente interesante: House contra los sanadores mentales o por qué no decirlo House contra si mismo (por cierto, el director de este capítulo es el propio Hugh Laurie).