El Baloncesto según un Godo (I)

Hace algún tiempo (no demasiado lejano por cierto) las semanas en este blog comenzaban hablando de baloncesto, era una parte importante de e...

Hace algún tiempo (no demasiado lejano por cierto) las semanas en este blog comenzaban hablando de baloncesto, era una parte importante de este blog, no fundamental pero sí muy importante; de hecho había algún que otro usuario que tan solo se pasaban por aquí para leer las crónica de los lunes y alguna que otra vez animar o comentar.

Desde el descalabro español en Turquía ninguna entrada surgía bajo esa etiqueta, hablando de baloncesto más cercano nos debemos remontar a la derrota en la Copa Diputación de 2010 del Miño Basket Clube contra Xuventude Verín pero creo que hoy por fin ha llegado el momento de hablar de nuevo de baloncesto y además del cercano, del que cada día vivo. Es el momento de hacer balance y en cierta manera esto simboliza aquella carta abierta que por estas fechas hacíamos en Carmelitas.

Con mi emigración a estas lejanas tierras muchos pensaron que mi relación con el baloncesto terminaría y no os voy engañar ni yo mismo tenía demasiado clara su continuidad antes de venirme. Recuerdo que antes de mi partida valoraba que quizás el cambio de residencia podría suponer el punto y final a esta relación; ahora, una vez que ya estamos completamente instalados y que hemos empezado a vivir más aquí que allí puedo decir que esa relación está ahora más consolidara que nunca, la llegada a estas islas ha supuesto un cambio radical en el baloncesto para mí.

El cambio radica básicamente en dos aspectos: la profesionalización y la implicación y es que evidentemente no todo en un cambio puede ser bueno.

Como os acabo de comentar el cambio más positivo ha sido la profesionalización, por varios aspectos. Quizás el más importante es que aquí el ser entrenador de baloncesto (aunque sea de base) es considerado un oficio, es como quien es albañil, arquitecto, médico o cajero de supermercado, ser entrenador de baloncesto es un trabajo con su seguro, su remuneración y su respeto. Aquí no eres el colega o el mal jugador que da gritos desde un banquillo, aquí eres parte del juego y del deporte y se te trata como tal. He descubierto que profesionalización no es sinónimo de “mejor” si no de “respeto por un trabajo” y creo que nunca hubiese soñado tal.

Pero no solo ha cambiado eso, el lugar de trabajo también ha variado bastante, y sin duda en esto tiene mucho que ver el clima que ahora me toca vivir. Acostumbrado a Galiza y su clima entiendes que las pistas de baloncesto se encuentran en polideportivos y pabellones, quizás uses un par de ellas exteriores puntualmente pero no competirás nunca en ellas (o en muy muy muy rara vez), aquí es completamente diferente: debido al clima lo lógico es la competición al aire libre, lo cual tiene mucha gracia ¿alguien se imagina un golpe de aire en medio de un tiro libre? No diremos que aquí es habitual pero tampoco descabellado en absoluto, como tener a la semana tres sesiones (más partido) al aire libre fomentando así un maravilloso moreno en los entrenadores.

También es habitual jugar bajo un sol de justicia a media mañana, el sol y sobre todo el calor se convierte en un factor muy a tener en cuenta en el partido. Con la aparición del calor el ritmo de juego y la intensidad bajan, incluso dando lugar a lipotimias en jugadores o entrenadores (doy fe).

continuará...

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